'La Política en femenino' e 'Higiene, autoridad y escuela'.
“(...) la tarea de los sabios es expresar con claridad conceptual la verdad implícita en los actos de los simples...(...) ¿Cómo mantenerse cerca de la experiencia de los simples conservando lo que podríamos llamar su virtud operativa, la capacidad de obrar para la transformación y el mejoramiento del mundo? (...) ¿Cómo podrá la ciencia reconstruir las leyes universales por cuyo intermedio, e interpretación, la magia buena se vuelve operativa? (...) si sólo es correcta la intuición de lo individual, entonces será bastante difícil demostrar que el mismo tipo de causas tienen el mismo tipo de efectos. Un mismo cuerpo puede ser frío o caliente, dulce o amargo, húmedo o seco, en un sitio, y no serlo en otro. ¿Cómo puedo descubrir el vínculo universal que asegura el orden de las cosas, si no puedo mover un dedo sin crear una infinidad de nuevos entes, porque con ese movimiento se modifica todas las relaciones de posición entre mi dedo y el resto de los objetos? Las relaciones son los modos por los que mi mente percibe los vínculos entre entes singulares, pero ¿qué garantiza la universalidad y la estabilidad de esos modos?” (Umberto Eco, El nombre de la rosa)
Quizás pueda parecer un exceso comenzar nuestro trabajo con un largo epígrafe, pero me pareció significativo pues el texto contiene las dudas del sabio franciscano del siglo XIV que recreara Eco. Sin embargo, no es más que un pre-texto que, a la vez que puede condensar algunas de las problemáticas que se juegan en el afán de conocer, nos posibilita introducirnos en la Reflexividad de la investigación etnográfica, abriendo dudas e interrogantes y generando algunas certezas desde donde cuestionar. El franciscano habla de sus fuertes dudas acerca de la cognoscibilidad de las leyes generales y, a la vez, va afirmando algunos supuestos que interroga. Esta dialéctica entre dudas y afirmaciones, entre interrogantes que problematizan afirmaciones y construcciones de otras afirmaciones provisorias no es más que recorrer los caminos sinuosos de la aventura de la investigación, en la que una de las preocupaciones se refiere al trabajo de campo metodológico de la investigación, y la reflexividad que ello implica.
Retomando la noción del proceso de investigación como construcción del objeto de conocimiento, ¿qué significa hablar de trabajo de campo metodológico? ¿Y qué implica introducir en él la noción de ‘reflexividad’? Para intentar construir una respuesta las referencias serán las etnografías de Milstein “Higiene, Autoridad y escuela”, y de Masson, L. “La política en femenino”.
El trabajo de campo no es sólo el aspecto de la realidad que se busca comprender, ni el espacio físico, real y geográfico, sino “que es construido activamente en la relación entre investigador y los informantes… una decisión del investigador que abarca ámbitos y actores”[1]. El trabajo de campo se caracteriza no sólo por las actividades que en él se llevan a cabo sino por el modo como abarca los distintos canales y formas de elaboración intelectual del conocimiento social. Prácticas teóricas, de campo y del sentido común se reúnen en un término que define al trabajo de campo: la reflexividad. Y en dos sentidos, como agentes de acción y como sujetos parte de una cultura y un sistema social.[2].
En el trabajo de campo, el investigador accede a dos dominios diferentes a la vez unidos: el de las acciones y las prácticas, y el de las nociones y representaciones[3]. Como cuando Milstein se refiere al drama social de la enfermedad, la cual fue una situación integrada como un todo lo que las personas pensaban, actuaban, percibían y sentían. O también, cuando se refiere a la percepción similar… sobre dos cuestiones: el tipo de enfermedad o y los modos de vida familiares. O como cuando reflexiona sobre los significados de los dos espacios –escuela y casas- en relación a valores positivos, y a una dimensión moral.
El trabajo de campo implica un pasaje de la reflexividad general hacia la reflexividad de aquellos que toman parte en la situación de trabajo de campo. Es un “proceso”, en el que “la propia reflexividad del investigador se contrasta con la de los sujetos, se resignifica y encuentra en un nuevo lugar”[4]. En Milstein se pueden ver cómo realiza un continuo análisis, o ‘vigilancia epistemológica’ en términos bourdianos, haciendo una reflexividad como investigador cuando expone los conceptos, antecedentes sobre temáticas afines y decisiones metodológicas: “…en los que me apoyé para dar sentido a mis reflexiones, discusiones y análisis”[5], o “Yo tomé – es clara su decisión metodológicas- al drama como forma de expresión (de encuadre y articulación) de esa experiencia porque entendí que ayudaba a describir e interpretar los eventos sucedidos como un proceso”[6]; una reflexividad en tanto miembro de una sociedad y cultura, al decir que “La familiaridad que yo sentía con el mundo de las escuelas rurales y la cercanía sensible a las vivencias de los maestros de la escuela 68 me llevaron a captar de manera inmediata el dramatismo que experimentaron …”[7]; o reflexividades de la población en estudio, “…escuchar las comparaciones entre un espacio social y otro me permitió aprehender las formas en que los valltanos separaban y vinculaban estos dos mundos”[8].
Además, se puede apreciar el proceso del trabajo de campo como una interrelación, desde cómo analiza la realidad desde su mochila conceptual y metodológica inicial, los desencuentros que va teniendo de un comienzo –como cuando se encuentra con diferencias en los mapas realizados por los alumnos y el del enfermero con el propio mapa representado y significado-, el estableciendo un interacción subjetiva con un enfermero que le narra su visión de nativo, pasando a sumergirse en la cotidianeidad que lo interpela como miembro. Parafraseando a Guber “el desafío es entonces transitar la reflexividad propia de los nativos”[9].
Por otra parte, la etnografía de L. Mason aborda la construcción de las identidades de género desde tres espacios de poder: los medios de comunicación, la creación de leyes y organismos estatales, y la implementación de políticas sociales desde la administración pública. A partir del análisis de hechos específicos, busca comprender aspectos de las relaciones entre género y política en la historia y sociedad argentina.
En Mason el trabajo de campo se caracteriza por estudiar su propia sociedad, desde su percepción de la sociedad y de la cultura, en la que la reflexividad sobre su mundo social. La investigación va generando un corpus documental de información y análisis interpretativo. Al referente empírico, intenta abordarlo mediante un activo diálogo. No pierde de vista los conceptos teóricos en su etapa de campo, sino que aspira a reconocer de qué modo se especifican y resignifican en los hechos reales concretos. Construye un documento en el que los relatos son comunicaciones intencionales que describen los rasgos de hechos y situaciones, que no son ‘meras’ descripciones sino que producen las situaciones mismas que describen. El etnógrafo entra en diálogo con los sujetos actores, en un proceso de interacción, diferenciación y reciprocidad entre la reflexividad del sujeto cognoscente –sentido común, teoría, modelos explicativos- y la de los actores o sujetos/objetos de investigación[10].
Trata de desmenuzar el material y ampliar, contextualizar, producir descripciones cada vez más integrativas, rastrear indicios. A su vez, dicho proceso de análisis contiene también procesos de interpretación. Aquí la interpretación significa, por un lado, la búsqueda de los nexos conceptuales con que se va construyendo el objeto de estudio en sus diferentes niveles de abstracción, y por otro, se entiende “interpretar” en el sentido de “entender” los significados que producen los sujetos en sus contextos particulares. “Entender”, como diría C. Geertz el sentido de los “conocimientos locales” o “el mundo conceptual en el que viven los sujetos”[11].
De la mano de los etnógrafos, en esta franciscana que habita al interior de mí, se fueron disipando las dudas acerca del modo de producir conocimientos, de comprender como “lo metodológico del trabajo de campo” supone una intersección de consideraciones epistemológicas, teóricas y empíricas que se concretizan en un determinado proceso de investigación.
De la mano de los etnógrafos, y tomando la metáfora que N. Elías identifica en 'Compromiso y Distanciamiento', esta pescadora de Maëlstrom perdida en el vórtice del remolino, náufraga anticipada de una posible aventura de investigación etnográfica, podrá retirarse de la prisión de las certezas y prenociones del sentido común, de las ataduras subjetivas cargadas de prejuicios, dudas e incertidumbres, para sumergirse en un trabajo de campo que nos permita involucrarnos como sujetos que vamos a “investigar” el involucrarnos en una experiencia de “extrañamiento” y “familiarización” dentro de una dinámica de mutuas tipificaciones, de acercamiento y distancia, de intercambios de conocimientos que nos va modificando como sujetos. Es decir, el participar de un proceso de interacción social que provoca tipificaciones, identificaciones, rechazos, resulta, desde el punto de vista metodológico, cruciales en el análisis interpretativo y en la contextualización del proceso de investigación.
El trabajo de campo no es sólo el aspecto de la realidad que se busca comprender, ni el espacio físico, real y geográfico, sino “que es construido activamente en la relación entre investigador y los informantes… una decisión del investigador que abarca ámbitos y actores”[1]. El trabajo de campo se caracteriza no sólo por las actividades que en él se llevan a cabo sino por el modo como abarca los distintos canales y formas de elaboración intelectual del conocimiento social. Prácticas teóricas, de campo y del sentido común se reúnen en un término que define al trabajo de campo: la reflexividad. Y en dos sentidos, como agentes de acción y como sujetos parte de una cultura y un sistema social.[2].
En el trabajo de campo, el investigador accede a dos dominios diferentes a la vez unidos: el de las acciones y las prácticas, y el de las nociones y representaciones[3]. Como cuando Milstein se refiere al drama social de la enfermedad, la cual fue una situación integrada como un todo lo que las personas pensaban, actuaban, percibían y sentían. O también, cuando se refiere a la percepción similar… sobre dos cuestiones: el tipo de enfermedad o y los modos de vida familiares. O como cuando reflexiona sobre los significados de los dos espacios –escuela y casas- en relación a valores positivos, y a una dimensión moral.
El trabajo de campo implica un pasaje de la reflexividad general hacia la reflexividad de aquellos que toman parte en la situación de trabajo de campo. Es un “proceso”, en el que “la propia reflexividad del investigador se contrasta con la de los sujetos, se resignifica y encuentra en un nuevo lugar”[4]. En Milstein se pueden ver cómo realiza un continuo análisis, o ‘vigilancia epistemológica’ en términos bourdianos, haciendo una reflexividad como investigador cuando expone los conceptos, antecedentes sobre temáticas afines y decisiones metodológicas: “…en los que me apoyé para dar sentido a mis reflexiones, discusiones y análisis”[5], o “Yo tomé – es clara su decisión metodológicas- al drama como forma de expresión (de encuadre y articulación) de esa experiencia porque entendí que ayudaba a describir e interpretar los eventos sucedidos como un proceso”[6]; una reflexividad en tanto miembro de una sociedad y cultura, al decir que “La familiaridad que yo sentía con el mundo de las escuelas rurales y la cercanía sensible a las vivencias de los maestros de la escuela 68 me llevaron a captar de manera inmediata el dramatismo que experimentaron …”[7]; o reflexividades de la población en estudio, “…escuchar las comparaciones entre un espacio social y otro me permitió aprehender las formas en que los valltanos separaban y vinculaban estos dos mundos”[8].
Además, se puede apreciar el proceso del trabajo de campo como una interrelación, desde cómo analiza la realidad desde su mochila conceptual y metodológica inicial, los desencuentros que va teniendo de un comienzo –como cuando se encuentra con diferencias en los mapas realizados por los alumnos y el del enfermero con el propio mapa representado y significado-, el estableciendo un interacción subjetiva con un enfermero que le narra su visión de nativo, pasando a sumergirse en la cotidianeidad que lo interpela como miembro. Parafraseando a Guber “el desafío es entonces transitar la reflexividad propia de los nativos”[9].
Por otra parte, la etnografía de L. Mason aborda la construcción de las identidades de género desde tres espacios de poder: los medios de comunicación, la creación de leyes y organismos estatales, y la implementación de políticas sociales desde la administración pública. A partir del análisis de hechos específicos, busca comprender aspectos de las relaciones entre género y política en la historia y sociedad argentina.
En Mason el trabajo de campo se caracteriza por estudiar su propia sociedad, desde su percepción de la sociedad y de la cultura, en la que la reflexividad sobre su mundo social. La investigación va generando un corpus documental de información y análisis interpretativo. Al referente empírico, intenta abordarlo mediante un activo diálogo. No pierde de vista los conceptos teóricos en su etapa de campo, sino que aspira a reconocer de qué modo se especifican y resignifican en los hechos reales concretos. Construye un documento en el que los relatos son comunicaciones intencionales que describen los rasgos de hechos y situaciones, que no son ‘meras’ descripciones sino que producen las situaciones mismas que describen. El etnógrafo entra en diálogo con los sujetos actores, en un proceso de interacción, diferenciación y reciprocidad entre la reflexividad del sujeto cognoscente –sentido común, teoría, modelos explicativos- y la de los actores o sujetos/objetos de investigación[10].
Trata de desmenuzar el material y ampliar, contextualizar, producir descripciones cada vez más integrativas, rastrear indicios. A su vez, dicho proceso de análisis contiene también procesos de interpretación. Aquí la interpretación significa, por un lado, la búsqueda de los nexos conceptuales con que se va construyendo el objeto de estudio en sus diferentes niveles de abstracción, y por otro, se entiende “interpretar” en el sentido de “entender” los significados que producen los sujetos en sus contextos particulares. “Entender”, como diría C. Geertz el sentido de los “conocimientos locales” o “el mundo conceptual en el que viven los sujetos”[11].
De la mano de los etnógrafos, en esta franciscana que habita al interior de mí, se fueron disipando las dudas acerca del modo de producir conocimientos, de comprender como “lo metodológico del trabajo de campo” supone una intersección de consideraciones epistemológicas, teóricas y empíricas que se concretizan en un determinado proceso de investigación.
De la mano de los etnógrafos, y tomando la metáfora que N. Elías identifica en 'Compromiso y Distanciamiento', esta pescadora de Maëlstrom perdida en el vórtice del remolino, náufraga anticipada de una posible aventura de investigación etnográfica, podrá retirarse de la prisión de las certezas y prenociones del sentido común, de las ataduras subjetivas cargadas de prejuicios, dudas e incertidumbres, para sumergirse en un trabajo de campo que nos permita involucrarnos como sujetos que vamos a “investigar” el involucrarnos en una experiencia de “extrañamiento” y “familiarización” dentro de una dinámica de mutuas tipificaciones, de acercamiento y distancia, de intercambios de conocimientos que nos va modificando como sujetos. Es decir, el participar de un proceso de interacción social que provoca tipificaciones, identificaciones, rechazos, resulta, desde el punto de vista metodológico, cruciales en el análisis interpretativo y en la contextualización del proceso de investigación.
Lic. Vilma Herrera- Cátedra Investigación Educativa
[1] Guber, R. (2004) El salvaje metropolitano. Edit. Paidós. Pag 84
[2] Guber, R. (2004). El salvaje Metropolitano. Edit. Paidós. Pg 86-87
[3] Guber, R. (2004). Op.cit. pg 84
[4] Guber, R. op. cit pg 88
[5] Milstein, (2002) Higiene, autoridad y escuela. Edit. Miño y Dávila. Bs. As. Pg. 14
[6] Milstein. Op. Cit. pg.30
[7] Milstein. Op. Cit. 101
[8] Milsterin. Op. Cit. pg. 60
[9] Guber, R. (2005). La etnografía. Método, campo y reflexividad. Edit. Tesis Norma. Pg 50.
[10] Guber, R. La etnografía. Método, campo y reflexividad. Edit. Paidós. Pg. 53
[11] C.Geertz (1987) La interpretación de las culturas; Gedisa Editorial; México
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