jueves, 8 de mayo de 2008

NO al sinsentido de las guerras metodológicas, SI a la libertad y tolerancia metodológica.

¿Qué caminos utilizamos para construir la realidad que queremos conocer, para enfocar los problemas y encontrar las respuestas adecuadas? ¿Qué opciones metodológicas guiará la construcción del objeto de conocimiento en nuestra investigación para que sean considerados válidos los resultados? ¿Cuál será nuestro posicionamiento metodológico como investigadores?

Seguramente, nuestra preocupación se va a centrar en el método que elijamos para hacer la investigación, será cuantitativa? Será cualitativa? Hipotético deductivo? En fin, quizás tengamos que ser cautos en no caer en la guerra sinsentido de posiciones que entran en pugna, pero no podemos renunciar a tratar de dilucidar las cuestiones metodológicas, ubicándonos en una pretendida neutralidad intrínseca para lograr la aprobación de la comunidad científica respecto de los resultados de nuestra investigación, pues como dice Ibáñez, “sin esa reflexión no habría forma de saber cuál es la naturaleza de los datos que construye una investigación”.
En este sentido, parafraseando Ibañez, es que “cuando se deja de hipostasiar el método y se abandona la creencia de que es el método el que garantiza la validez del conocimiento, cuando se recobra la ‘libertad metodológica’, la ‘tolerancia metodológica’, y se puede afirmar que ‘todo vale’”. En todo caso tendremos que estar atentos, más que al método o la teoría implícita que sustentemos, a la metateoría que haya sustentado nuestra actividad investigadora.
Por último, la construcción del objeto de conocimiento que nosotros podamos realizar en nuestra investigación no se da de una vez y para siempre, lo que cuenta en realidad, como diría Bourdieu[1], “es el rigor en la construcción del objeto”, a lo que agrega “no confundir la rigidez científica con el rigor científico y así privarnos de este o aquel recurso disponible… sino que sólo se aplicaría una sola regla: está prohibido prohibir”. De este modo, el investigador que realiza la tarea siguiendo esta regla también tendrá que tener en cuenta el contraponer a esta extrema libertad en las decisiones metodológicas, “una extrema vigilancia que debemos aplicar a las condiciones de uso de las técnicas…” lo que conlleva una “postura activa y sistemática frente a los “hechos”. Romper con la pasividad empirista, que hace poco más que ratificar las preconstrucciones del sentido común, sin recaer en el discurso vacuo de la ‘teorización’…”[2]
Construir el objeto de conocimiento, más aún cuando se trata de las ciencias sociales, tiene sus complejidades particulares que merecen una reflexión más. La actividad de la investigación requiere de la utilización de teorías y opciones metodológicas para construir los datos científicos. El investigador, decíamos no es neutro, sino quien imprime cierta carga teórica cuando construye la realidad, es quien hace una lectura de los datos desde algún marco teórico de referencia, y de la metodología que emplea también.
Nos dice Ibáñez, “…Ni los datos son nunca ‘puros’, puesto que son suscitados parcialmente por elementos teóricos y conceptuales que parecen limitarse a hacerlos ‘visibles’, pero que en realidad los instituyen en cuanto que datos, ni tampoco ‘hablan’ nunca por sí solos, puesto que lo que ‘dicen’ depende siempre de las teorías a las que se recurre para interpretarlos”. Ahora bien, a lo dicho hasta aquí tenemos que agregar que estas relaciones dependientes entre teoría, métodos y datos, que se ponen en juego en toda producción de conocimiento científico, a su vez se sustentan en postulados metateóricos que lo informan. Los conocimientos científicos, al estar sobredeterminados por concepciones metateóricas requieren de la reflexión epistemológica de los mismos, de los modos de hacer ciencia, que den cuenta a la hora de justificar la validez de los conocimientos científicos producidos.

Decíamos acerca de la complejidad que tienen las ciencias sociales, y entre ellas la psicología social, para dar cuenta de su statuto científico, y de la importancia de centrarnos en la reflexión acerca de “la dependencia teórica de los datos, y la dependencia metateórica del conjunto datos/teorías”. Ahora, esta reflexión requiere a su vez del análisis de algunas dimensiones que ayuden a esclarecer la problemática de la producción de conocimientos científicos en la Psicología Social.


La dimensión Hermenéutica atraviesa no sólo las operaciones de las ciencias sociales sino las operaciones de toda ciencia. Todo conocimiento producido necesita ser comunicado, para lo cual recurre al lenguaje natural para expresar el conjunto de conceptos y teorías, para pensar los datos, y darles sentido en los sistemas de conocimientos más amplios –ideas, saberes, teorías-. Nos dice el autor Ibáñez que “la interpretación atraviesa todas las ciencias… toda interpretación opera con conceptos que requieren el lenguaje natural para poder ser pensados, transmitidos y entendidos”.
La dimensión Reflexiva requiere aceptar dos posiciones respecto del conocimiento científico. Comprender que es un fenómeno plenamente social, marcado por la historicidad y por la contingencia propia de todas las prácticas humanas, y aceptar que las ciencias sociales, la psicología social entre ellas, deben girar hacia sí mismas la crítica. Esto implica un proceso constante de deconstrucción de todos los supuestos asumidos que infiltran de forma subrepticia sus conceptualizaciones, sus teorías y sus procedimientos.
La dimensión Histórica es inherente a todo conocimiento científico, de ello no hay dudas entre los científicos. Pero, nos dice Ibáñez que “lo difícil es ponerse de acuerdo sobre las implicaciones… y el reconocimiento de esta historicidad de lo social”. Y siguiendo con el autor, el hecho de que todo aquello que es histórico sea necesariamente contingente, concreto, particular, e inseparable de sus condiciones de producción, deriva en dos implicancias: a- que los objetos sociales no son desligables del proceso que los ha constituido y no pueden ser explicados sin hacer referencia a ese proceso, y que b-implica que cada objeto es siempre particular y concreto, producto de unas prácticas y de unos contextos que siempre son específicos.
La dimensión Productiva implica que los conocimientos científicos producen efectos sociales, lo que a su vez nos remite a la dimensión Política del conocimiento. Dado que determinada los conocimientos científicos, considerados válidos y reconocidos, producen ciertos efectos en la forma de ‘ver’ la realidad, influyen en las representaciones y en la construcción de significados, no se puede abordar los problemas de la ciencia como si fuera sólo una cuestión de métodos y técnicas, sino que habrá que explicitar los criterios políticos que dan legitimidad a uno u otro conocimiento como válido.

Lic. Vilma Herrera


- Ibañez, Tomás (1992) “La tensión Esencial en la Psicología Social” Introducción a: Paez, Darío (1992) “Teoría y Método en Psicología Social” Edit. Anthropos, Madrid.
[1] Bourdieu, P. – Wacqüant, L. “Invitación a una sociología reflexiva”. Edit. Siglo XXI. Bs. As. 2005. pag. 308, 317
[2] Bourdieu, P. – Wacqüant, L. pag 324

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