En este sentido, parafraseando Ibañez, es que “cuando se deja de hipostasiar el método y se abandona la creencia de que es el método el que garantiza la validez del conocimiento, cuando se recobra la ‘libertad metodológica’, la ‘tolerancia metodológica’, y se puede afirmar que ‘todo vale’”. En todo caso tendremos que estar atentos, más que al método o la teoría implícita que sustentemos, a la metateoría que haya sustentado nuestra actividad investigadora.
Por último, la construcción del objeto de conocimiento que nosotros podamos realizar en nuestra investigación no se da de una vez y para siempre, lo que cuenta en realidad, como diría Bourdieu[1], “es el rigor en la construcción del objeto”, a lo que agrega “no confundir la rigidez científica con el rigor científico y así privarnos de este o aquel recurso disponible… sino que sólo se aplicaría una sola regla: está prohibido prohibir”. De este modo, el investigador que realiza la tarea siguiendo esta regla también tendrá que tener en cuenta el contraponer a esta extrema libertad en las decisiones metodológicas, “una extrema vigilancia que debemos aplicar a las condiciones de uso de las técnicas…” lo que conlleva una “postura activa y sistemática frente a los “hechos”. Romper con la pasividad empirista, que hace poco más que ratificar las preconstrucciones del sentido común, sin recaer en el discurso vacuo de la ‘teorización’…”[2]

Nos dice Ibáñez, “…Ni los datos son nunca ‘puros’, puesto que son suscitados parcialmente por elementos teóricos y conceptuales que parecen limitarse a hacerlos ‘visibles’, pero que en realidad los instituyen en cuanto que datos, ni tampoco ‘hablan’ nunca por sí solos, puesto que lo que ‘dicen’ depende siempre de las teorías a las que se recurre para interpretarlos”. Ahora bien, a lo dicho hasta aquí tenemos que agregar que estas relaciones dependientes entre teoría, métodos y datos, que se ponen en juego en toda producción de conocimiento científico, a su vez se sustentan en postulados metateóricos que lo informan. Los conocimientos científicos, al estar sobredeterminados por concepciones metateóricas requieren de la reflexión epistemológica de los mismos, de los modos de hacer ciencia, que den cuenta a la hora de justificar la validez de los conocimientos científicos producidos.
Decíamos acerca de la complejidad que tienen las ciencias sociales, y entre ellas la psicología social, para dar cuenta de su statuto científico, y de la importancia de centrarnos en la reflexión acerca de “la dependencia teórica de los datos, y la dependencia metateórica del conjunto datos/teorías”. Ahora, esta reflexión requiere a su vez del análisis de algunas dimensiones que ayuden a esclarecer la problemática de la producción de conocimientos científicos en la Psicología Social.
La dimensión Reflexiva requiere aceptar dos posiciones respecto del conocimiento científico. Comprender que es un fenómeno plenamente social, marcado por la historicidad y por la contingencia propia de todas las prácticas humanas, y aceptar que las ciencias sociales, la psicología social entre ellas, deben girar hacia sí mismas la crítica. Esto implica un proceso constante de deconstrucción de todos los supuestos asumidos que infiltran de forma subrepticia sus conceptualizaciones, sus teorías y sus procedimientos.
La dimensión Histórica es inherente a todo conocimiento científico, de ello no hay dudas entre los científicos. Pero, nos dice Ibáñez que “lo difícil es ponerse de acuerdo sobre las implicaciones… y el reconocimiento de esta historicidad de lo social”. Y siguiendo con el autor, el hecho de que todo aquello que es histórico sea necesariamente contingente, concreto, particular, e inseparable de sus condiciones de producción, deriva en dos implicancias: a- que los objetos sociales no son desligables del proceso que los ha constituido y no pueden ser explicados sin hacer referencia a ese proceso, y que b-implica que cada objeto es siempre particular y concreto, producto de unas prácticas y de unos contextos que siempre son específicos.
La dimensión Productiva implica que los conocimientos científicos producen efectos sociales, lo que a su vez nos remite a la dimensión Política del conocimiento. Dado que determinada los conocimientos científicos, considerados válidos y reconocidos, producen ciertos efectos en la forma de ‘ver’ la realidad, influyen en las representaciones y en la construcción de significados, no se puede abordar los problemas de la ciencia como si fuera sólo una cuestión de métodos y técnicas, sino que habrá que explicitar los criterios políticos que dan legitimidad a uno u otro conocimiento como válido.
Lic. Vilma Herrera
[1] Bourdieu, P. – Wacqüant, L. “Invitación a una sociología reflexiva”. Edit. Siglo XXI. Bs. As. 2005. pag. 308, 317
[2] Bourdieu, P. – Wacqüant, L. pag 324
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